Sinceramente aún no dejo de pensarte, en saber que fuimos más allá de un querer constante, el mismo que explotó en el momento que dejamos de actuar y de ser tan distantes. Ahora comprendo lo que un beso es darte, pese a tantos que nos dimos en una habitación ajena donde no hacía nada más que besarte.
Jamás antes había tenido tanta suerte como lo fue el sábado 17 de noviembre del año 2012, una fecha que he de recordar hasta la muerte, la misma que incitó a quererte, lejos del pasado, lejos del futuro inexistente, pero que bien gozamos en aquel presente que nos pedía a gritos, quédense y ámense hasta que amaneciere, un suceso que sin duda alguna cambió mi forma de verte a los ojos y buscar en tus labios lo que nadie me había dado, un sentimiento puro y sin igual, el mismo que bastó para unirnos y ser más fuertes, ser reales y tocar nuestros cuerpos al mismo tiempo que tu boca con la mía expresaron amor del bueno, el símbolo de la suerte.
Lo hermoso de quererte se transformó en una mirada inteligente,
la misma que condujo a un laberinto de besos del que nadie salió con suerte,
fue entonces que nos abrazamos y escuchamos a nuestro corazón inherte
mientras decía a nuestros oídos que amigos no seríamos después de aquel noviembre.
Agradezco haberte encontrado, conocido y buscado, porque justo cuando salí de un ciclo tan sobre cargado, apareciste tú, eliminando todo el pasado al que solía recurrir cuando triste y confundido me encontraba sin decir que jamás podría cambiar y por siempre quedarme así.
El destino nos unió sin saber del cordón al que estábamos atados, deshaciendo los nudos que ataban nuestro lazo y dejándolo libre de cualquier imperfección, siendo así que a tu cara mis labios yo acerqué, acariciando lo más hermoso de tu cuerpo que de momento resultó más atractivo tener y en tus ojos mi nariz vi reflejada, cuando para entonces supe que tu y yo, juntos nos besamos e inundamos de luces la habitación que nos vio amanecer.
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