Era un lugar horrendo, con sabor a veneno, y la vida en ese mundo, era la perdición.
Eva se encontraba resplandeciente, complaciendo a quienes la veían, esta vez, había animales ciegos por sus impulsos sexuales, sembrando el miedo y a la vez el pecado de verla menear las caderas, algo que ellos les atrae, volviéndolos locos, amontonándose para compartir el éxtasis que les fue dado en su mundo. Un par de billetes que determinan un estatus de vida, una posición económica y la avaricia, que puede costear todo aquello que esté a su alcance, sin importar el daño, miedo o guerra que cause. De esta manera había chicos divirtiéndose a sus anchas, inhalando un poco de magia, exponiéndolos al descontrol de su mente y actos.
No era de esperarse, pues en ese mundo inferior al paraíso sólo había odio y destrucción, lujuria, mezcla de gloss y maquillaje para resaltar la belleza artificial, dejando descubierta la piel, siendo atractivo visual de muchas personas con bajas intenciones, explotando su lado animal, dejándose llevar por el momento, sin importar en lo que vendrá.
Definitivamente ésta la generación perdida, una generación que Jesús no quería, condenada al exilio, condenada a ser parte de la nada, ahogándose en sus propios actos oportunistas, ahogándolos en su propio dolor.
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