09 septiembre 2013

Dios, perdóname.

Tu te encuentras lejos de mi, abandonando el cuarto en el que nos encontrábamos la noche pasada,
me dices que no es nada, la cuenta corre por ti...

Esa mañana amanecí como si nada, pero siempre me hago la misma pregunta... ¿será bueno amarlo?
No es que no lo sienta, sino que hay muchos factores que me hacen pensar lo contrario, como el que
no sea católico, el que no se encuentre preparado para buscar un trabajo digno, y el que adore a la niña blanca...
Son cosas que me extrañan y preocupan, cosas que me confunden y aterran, si bien es cierto mis padres no saben que lo veo, lo beso y al apagar las luces nos queremos sin parar... 
Sé que he mentido, he pecado y no me siento bien conmigo mismo. Tengo toda una vida por adelante, por vivir, por gozar, que quiero y debo cambiar... 

Ultimamente mi tío me ha puesto en alerta con todas estas advertencias que me son gratas de escuchar y no dejarlas pasar, jamás pensé que los besos y la tentación me fueran a petrificar, de ser así ni pecaba una vez más. Pero ahora... me siento sucio, inestable. 

Dios, disculpa mi promiscuidad, porque de esto yo he pecado.
He hecho demasiadas cosas buenas como para caer estando tan alto,
el panorama de esta vida me es aún mejor
y es en este momento donde comienzo a ver claro.

Arrópame, cuídame, no me dejes en la penumbra,
resucítame y por medio de esta carta te pido perdón...
Perdón por ser del modo en que soy.
Perdón por no ser un hijo digno de querer.
Perdón por no seguir tu camino.
Perdón por no ser un buen hermano.
Perdón por no apreciar lo que tu y mi familia me han dado.

Quiero apagar el fuego que en mi interior yo siento, 
en cenizas transformar la pasión que el me da,
para volar libre de cualquier atrocidad. 



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