Fuimos el otoño, fuimos un verano que derritió este corazón ardiendo entre llamas sobresalientes.
Tomaste de mi mano y juraste cuidar de mi y nuestro presente.
Tus labios fueron acercándose justo debajo de mis lentes,
fue en ese momento que supe cómo quererte
hasta en mis brazos retenerte.
A la mañana siguiente te sentí cerca de mi vientre,
tan cálido te mostrabas siendo mi único plano existente.
Decidí abrazarte e ir hasta donde tu boca quiso entretenerme
para hacer de mis días los más resplandecientes.
Los días sucedieron tan de repente
que de esta monotonía me vi obligado a fijar
pero cuando quise regresar te fui perdiendo cada vez más
hasta en tu cama nada siquiera quedar.
Derrotado por nadie más que tu deslealtad
me detuve a llorar en el rincón de mi frialdad
y fue así que me tiraste a la mar
mientras te divertías con una falda más.
Somos el calor, somos la quemadura que prometimos nunca terminar y ahora un bebé dictará el final.
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