Nunca pensé haberme sentido de tal forma que hasta la razón perdí.
Sujetaste mi brazo tal cual a un maniquí sin vida,
sin fundamentos para siquiera saber a dónde se dirigía
por el camino de una esperanza vacía.
Tu corazón, como el de cualquiera latía
hasta pegar mi oreja cerca de tu camisa
más nunca pensé en sentir un alma tan fría.
que tus labios besé sin medida
hasta hacer lo que tus manos me pedían.
Pero no bastó tu arrogancia exquisita
pues de tu corazón el calor se desvanecía
hasta tus labios congelados me ardían.
Fue así que me volviste esclavo de tu agonía,
y mis labios se tornaron fríos sabor sandía
esperando que vuelvas a resucitarlos como aquel día.
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